¡No te asustes, solo confía en Él! – parte 1

Navegando en medio de océano de la vida y enfrentando toda clase de tormenta que por medio de sus olas tratan de hundirnos, nos podemos encontrarnos con temor, temor a hundirnos, temor a morir en medio de ese mar, ese clásico temor que por naturaleza se apodera de nuestras vidas en los momentos más difíciles.

Y es que nos vamos a negar que cuando todo parece hermoso, cuando el sol brilla con tanta intensidad, somos capaces de derrotar a cuantos Goliath´ se nos presenten, nuestra fe esta fortalecida y nuestras fuerzas sobresalientes.

Pero es en esos momentos de tormenta, en esos momentos de agonía, en donde nos encontramos solos contra el mar, solos contra las bravas olas que están azotando continuamente nuestra barca, cuando pareciera que aquel valor que decíamos tener, se ha esfumado, cuando toda fe que creíamos tener, se ha opacado y en donde por alguna extraña razón sentimos que estamos solos y moriremos.

Mientras nosotros expresamos sentir toda clase de sentimientos, de temor, de desesperación o de confusión y más, Jesús duerme en la parte trasera de nuestra barca.

A veces se nos olvida que no vamos solos en nuestra barca, que Jesús va con nosotros, aun cuando vaya dormido él sigue estando allí con nosotros.

“Ese mismo día, cuando llegó la noche, Jesús les dijo a sus discípulos: «Vamos al otro lado del lago.» Entonces dejaron a la gente y atravesaron el lago en una barca. Algunos fueron también en otras barcas. De pronto se desató una tormenta.

El viento soplaba tan fuerte que las olas se metían en la barca, y ésta empezó a llenarse de agua. Entre tanto, Jesús se había quedado dormido en la parte de atrás de la barca, recostado sobre una almohada. Los discípulos lo despertaron y le gritaron: —Maestro, ¿no te importa que nos estemos hundiendo?” Marcos 4:35-38 (Traducción en lenguaje actual).

Al sentir los fuertes vientos que tratan de hundirnos y las fuertes olas que se meten en nuestra barca tendemos a desesperarnos y gritarle al Señor.

¿Sera que Él no está al tanto de la situación?, ¿Le gritamos porque pareciera que no escucha o no se da cuenta de lo que estamos experimentando?, ¿Qué hacemos cuando esos momentos de desesperación llegan a nuestra vida?, ¿Gritamos?, ¿Reprochamos?, ¿Nos quejamos?

“Jesús se levantó y ordenó al viento y al mar que se calmaran. Enseguida el viento se calmó, y todo quedó completamente tranquilo. Entonces Jesús dijo a sus discípulos: —¿Por qué estaban tan asustados? ¿Todavía no confían en mí?” Marcos 4:39-40 (Traducción en lenguaje actual).

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