¿Quieres que tu oración sea escuchada por Dios? – Parte 2
En diferentes partes de la Biblia se muestra cómo Israel clamaba a Dios por ayuda, con gemido y llanto, entonces Él escuchaba sus súplicas y levantaba un libertador.
La mayoría piensa que orar y clamar es lo mismo; sin embargo, existe una gran diferencia: orar es hablar y dialogar, pero clamar es pedir con desesperación en el corazón, tener angustia y aflicción por la petición, aquella que sale de lo más profundo de nuestro ser.
La promesa de ser oídos por Dios y ser librados está estrictamente reservada para los justos que claman, ellos estarán día y noche doblando rodillas, llorando y gimiendo delante del Señor hasta recibir respuesta.
“Ella con amargura de alma oró a Jehová, y lloró abundantemente. E hizo voto, diciendo: Jehová de los ejércitos, si te dignares mirar a la aflicción de tu sierva, y te acordares de mí, y no te olvidares de tu sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza.” 1 Samuel 1:10-11
Ana era una mujer que no podía tener hijos, pero pidió la bendición de Jehová con desesperación y llanto, entonces el Señor escuchó su oración y le concedió este deseo.
Muchos tenemos un pedido en el corazón, pero pareciera que no le damos importancia o nos falta fe porque no estamos clamando; por ejemplo:
Si me interesa que mi familia se salve lo demostraré suplicando por sus almas, llorando de día y noche, lo mismo si deseo recibir sanidad, trabajo o bendición económica. La pregunta es: ¿existe clamor en tus oraciones?