La excusa del pecado – parte 2

Tampoco podemos poner como excusa al pecado la gracia de Dios, porque el Apóstol Pablo escribió: “Ahora bien, ¿deberíamos seguir pecando para que Dios nos muestre más y más su gracia maravillosa? ¡Por supuesto que no! Nosotros hemos muerto al pecado, entonces, ¿cómo es posible que sigamos viviendo en pecado?” Romanos 6:1-2 (Nueva Traducción Viviente).

La Segunda es ver el pecado como una razón para buscar más de Dios, es decir, es imposible que no fallemos en este camino hacia la vida eterna, pero hay una enorme diferencia entre fallar con la excusa que somos imperfectos y fallar con el dolor de saber que bien pudiste haber sido fiel.

Cuando fallamos y sentimos dolor de lo que hicimos es una señal pura de que el Espíritu Santo de Dios esta redarguyendo nuestra vida, como consecuencia debería haber en nosotros un anhelo más profundo de buscar más de Dios para no volver a fallar.

El Apóstol Pablo animaba a Timoteo de la siguiente manera: “Tú, pues, hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús”. 2 Timoteo 2:1 (Reina-Valera 1960).

Y es que fallarle a Dios tendría que provocar en nosotros un deseo de mejorar, un deseo de ser fieles a Dios, un deseo de no volver a cometer el mismo error, un deseo de superarnos en esa área que en esta ocasión nos fue un tropezadero.

El Apóstol Pablo sentía la necesidad de Dios en su debilidad y escribe lo siguiente: “Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.” 2 Corintios 12:9 (Reina-Valera 1960).

Me llama la atención la palabra: “de buena gana” y es que cuando lejos de excusarnos de nuestras debilidades, buscamos de buena gana el favor de Dios podemos llegar a ser más fuertes, pues Dios se perfecciona en nuestras debilidades.

Ahora bien, podemos vivir nuestra vida cristiana de dos maneras: Excusándonos por nuestras fallas o reconociendo nuestra debilidad y buscando más de Dios cada día.

Una vida mediocre en el evangelio es aquella que no le pone atención a su vida constante de pecado, porque simplemente cree que es normal y que todos lo hacen, pero la realidad es que Dios nos llamo cuando andábamos en nuestros delitos y pecados, nos perdono, nos restauro y ahora desea que cada día luchemos por agradarlo no haciendo lo que antes hacíamos, sino buscado su favor a través de lo estipulado en su Palabra.

Enrique Monterrosa.

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