La excusa del pecado – parte 1
A partir del momento en que abrimos nuestro corazón a Dios y permitimos que Él sea nuestro Señor y Salvador dejamos a un lado nuestra vida intencional de pecado y comenzamos a vivir ya no para satisfacer nuestros deseos carnales, sino más bien para tratar de agradar a Dios.
Obviamente en el camino hacia agradar a Dios seremos seducidos a fallar y en muchas ocasiones fallaremos, pero hay dos formas de ver la vida cristiana partiendo de esto:
La Primera es ver el pecado como excusa, es decir utilizar las trilladas frases para excusarse de su error: “Soy imperfecto”, “Soy humano”, “Soy débil”, ¿Acaso alguien dudaba de esas tres cosas antes que fallaras?, es obvio que somos imperfectos.
Es obvio que somos humanos y es obvio que somos por naturaleza débiles ante el pecado, pero ninguna de esas tres excusas u otras que quieras anteponer al reconocimiento de tu error pueden solucionar el hecho ya concretado.
La Biblia es clara en decir cuál es la razón de concretar el pecado: “Al contrario, cuando somos tentados, son nuestros propios deseos los que nos arrastran y dominan.
Los malos deseos nos llevan a pecar; y cuando vivimos sólo para hacer lo malo, lo único que nos espera es la muerte eterna” Santiago 1:14-15 (Traducción en lenguaje actual).
Fallamos o pecamos cuando nuestros propios deseos nos dominan, aunque cada uno de nosotros ha sido dotado con DOMINIO PROPIO: “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” 2 Timoteo 1:7 (Reina-Valera 1960).
Al leer este pasaje queda en evidencia que la única causa por la que pecamos es porque simplemente queremos hacerlo y no porque seamos imperfecto, humanos o débiles, es simplemente que quisimos hacerlo, pues de haber utilizado el dominio propio que Dios nos dio, hubiésemos decido no fallar.